lunes, 6 de julio de 2015

Alegoría de la vida mediante…

El cuidado del jardín

Por Margarita Islas Borbolla


Somos todos jardineros que heredamos un jardín interior… Su cultivo dependerá sólo de nosotros, la tierra es virgen. Nosotros seleccionamos las semillas para sembrar. De nosotros dependerá el que florezcan y den fruto y por nuestros hechos nos conocerán.

Ven a ser el jardín
Conocer el jardín es conocerse a sí mismo. Ése es el paraíso. Nada nuevo bajo el sol. No tengo nada nuevo qué decirte y nada aquí que me lo haya inventado. Sólo quiero transmitirte lo que he descubierto en el jardín.

Requisito para el cuidado del jardín es dejar a un lado el ruido, desactivar las prisas, sólo gozar y dirigir nuestra atención a lo que tenemos enfrente. El presente como tal es un regalo, es todo lo que tenemos (hoy).

Es el jardín semillero de la creatividad, gran maestro de vida, el mejor sendero para conocernos, para vivir simple y serenamente. El jardín te abre horizontes, en él practicas el amor a la vida, desarrollas tu capacidad de asombro, practicas la contemplación, observas con tus sentidos, proporcionas bienestar al alma.

Aprendes que cada día nada se repite, compruebas la impermanencia, vives la pasión, la entrega. Te haces perseverante, tenaz, disciplinado, valoras lo que tienes, lo cuidas. Nada das por hecho. Compruebas lo extraordinario que hay en lo ordinario. ¡Metes las manos en el destino! y eres testigo de la regeneración periódica.

Frente a la dureza de la vida sobrevivimos por nuestra sensibilidad, por nuestro poder creativo, nuestra capacidad de imaginar, de crear ilusiones sobrepasando una vida meramente biológica y mecánica. El jardín despierta nuestro sentido de belleza, calma nuestros impulsos, nutre emociones. “Que sea tu propia vida tu obra de arte”, le dice Lou Salomé a Nietzsche. Tú creas tu jardín.

El cuidado del jardín
“Antes de iniciar la labor de cambiar al mundo, da tres vueltas por tu propio jardín”. Sembremos sin pensar si estaremos para la cosecha, ya otros vendrán a recogerla. Hoy, muchos cosechamos porque otros sembraron generosamente. A ellos debemos gratitud. Sin amor, sin constancia, sin compasión… no hay jardín. Sin paciencia, sin esperanza… no hay jardín. Sin perseverancia… no hay jardín.

La semilla
La semilla crece de dentro hacia fuera. Hay que elegir el lugar adecuado para que brote. ¡Cuidado con lo que plantes!, pues lo que plantes cosecharás. Si no siembras, nada crecerá. Cultivando las buenas semillas nos premiaremos con flores y frutos. Paciencia es la llave del paraíso que premiará con frutos dulces. No hay un momento preciso en que un capullo se convierta en flor… o una flor en fruto… o un fruto en semilla.

Todos estos cambios son sutiles y continuos, todo tiene su tiempo y no será “cuando yo quiera”, a cada día su propio afán. La semilla es el resultado de la floración del año pasado. Lo que ocurra hoy es el resultado de lo que pasó ayer y será causa de lo que ocurra mañana. La semilla de un fruto amargo no puede producir algo dulce (aunque el sol ayude); lo dulce produce dulce, lo amargo produce amargo. Reconociendo la buena semilla hemos de sembrar. La semilla lleva consigo un don dentro de sí, una misión por cumplir.

No se logra nada queriendo ser como los demás quieren que seas. Las semillas empiezan diminutas, pero lo que crece de ellas puede ser infinitamente mayor. Hay que saber qué estamos dejando crecer para no perjudicar lo que nos rodea. En el mundo cotidiano se pueden plantar semillas sanas y potentes, pero hay maneras de impedir su crecimiento. Las podemos privar de la luz del sol, de humedad, quemar, trasplantar mal o arrancar. Por buena que sea la semilla, si no es su lugar, no se va a desarrollar bien. No elige la tierra en la que crece.

La raíz
La raíz es por donde se fortalecerá. Sin raíces fuertes, por mucho que se crezca, un solo viento puede derrumbarle. “No hay árbol que el viento no haya sacudido”, proverbio hindú. Las raíces y suelo nos estructuran, dan ese sentido de pertenencia. Una raíz pobre tiene pocas expectativas. Lo que da la rama hacia arriba, es lo que debe tener hacia la raíz.

La tierra
“Si quieres que tu césped sea más verde, no hay necesidad de mirar al vecino. Haz que tu propio pasto crezca mejor; es tan simple hacer que el césped sea más verde”,  Osho. Necesitamos una buena tierra que la nutra. Es la tierra la que define nuestra raíz, la que nos ubica. Para permitir que los nutrientes entren, tenemos que revolver la tierra, aflojarla. Si queremos plantas floridas, con abundantes frutos, hay que devolver a la tierra su caudal nutritivo. La planta se nutre de su buena tierra y lo reflejará en su desarrollo.

El riego
“No es la cantidad sino la constancia…”. Se necesita constancia y prudencia. Atender el riego no es suministrar lo que yo creo que necesita la planta, sino lo que hoy necesita al observar sobre lo que pide. Llevar el riego a todo rincón para recibir la humedad adecuada. Cuidando de dar demasiado, se puede ahogar. Cuando se riega con fuerza, el agua no necesariamente penetra en la tierra. Si la tierra está dura tampoco permeará; pero si el riego es gradual y continuo, el terreno se empapa y el agua profundiza en la tierra. La planta no miente, no hay omisión sin que ella lo refleje.

La poda
“Cortar por lo sano”. Podar es indispensable para mejorar el aspecto y rendimiento de la planta. Podar es necesario para rejuvenecer. Una poda masiva puede conducir a la muerte. Hay que quitar lo seco, librarse de eso peso inútil, principalmente en invierno para resurgir en primavera. Estar siempre atento para identificar y quitar las ramas “chupadoras” que sólo quitan vigor a la planta y no producen flores ni frutos. Estos llamados comúnmente chupones se crecen y crecen… y no son nada (como el ego).

Cuando las ramas están cargadas para evitar desgajes hay que darles sostén. Al suprimir excesos de ramas recibirán mayor alimentación y crecerán mejor los frutos. Podar al final de la cuarta estación cuando la planta guarda mayor reposo y cicatrice heridas. Conservar ramas antiguas en los frutales, pues es ahí donde producen más y mejores frutos. Quitar la parte enferma a tiempo, evitando que se contamine y se ponga en riesgo la vida de la planta.

Plagas
“Cuando tu enemigo fuese el ser más ruin, mezquino y miserable de la tierra, ¿serías tú mejor que eso? Deja por tanto que tu enemigo que sea como fuere y tú procura mejorarte, pues no vas a perfeccionar a tu enemigo, sino a ti mismo”, Amado Nervo. La mala hierba invade silenciosa como el resentimiento y egoísmo. Al deshierbar se debe tomar en cuenta lo que hay por conservar o desechar. ¿Cómo distinguir qué sí y qué no se limpia? Intuir lo armónico, quitar lo que está fuera de lugar, lo que es invasivo, lo que no pertenece, todo lo que no es.

La maleza se arranca de raíz y cuanto más pronto mejor. Nada se logra si tan sólo recortamos hojas. Estar atentos a lo que les perjudica y lo que beneficia, protegerse para no contaminarse. La debilidad conlleva vulnerabilidad. Las plagas suelen atacar inesperadamente. Aromas, sabores, colores, espinas son fuertes defensas de la planta. Las enfermedades nos gritan que algo no está bien, algo está en desarmonía. También hay tiempo de florecer, de deshojarse, de estar quieto y no necesariamente es enfermedad. Todo esto nos confirma que siente, que vive su estación.

Amigos del jardín:
  • Amor.
  • Creatividad (imaginar).
  • Conciencia. Cuando siembro, siembro. Cuando riego, riego. Cuando podo, podo.
  • Paciencia. Saber esperar el momento oportuno.
  • Constancia. Esto es día a día.


Enemigos del jardín:
  • Ira. Acabará más pronto nuestro jardín que cualquier plaga externa. En un arrebato se destruye todo.
  • Inconciencia. No estar en el momento presente.
  • Pereza. Con pereza puedes olvidarte del jardín. El jardín no espera, tú eliges cómo vivir tu jardín.
  • Ambición y avaricia. No acumules con codicia aquello que no podrás cuidar. No busques afuera ni desees grandes jardines… ése, el que tú tienes, cultívalo y entrégate a él sin esperar ni estar contando. No fertilices en exceso buscando resultados inmediatos que sólo provocarán desequilibrio y toxicidad. Sé tú mismo y no habrá competencia porque alguien tenga más que tú.

Regeneración
“También tú te irás, todo es efímero, goza la vida porque todo acaba…”. Toda planta nace, crece, se reproduce, envejece y muere. Es temporal. Algunas efímeras, otras centenarias, pero todas cumpliendo su misión evolutiva antes de morir. La muerte es indispensable para la regeneración. Una planta por el hecho de existir se debilita y gasta, para retomar vigor tiene que ser absorbida en lo amorfo, reintegrada en la unidad primordial de la que salió.

Después de florecer y dar fruto se retorna a la raíz, a eso se le llama quietud. Que acabe la función es una constante para nacer, sale blanda y débil. Para morir entra rígida, dura, seca, consumida. Cuando la planta deja de crecer, muere. Cuando se ha consumado la vida es tiempo de morir.

No existe jardín sin su jardinero. Se necesita pasión para su cultivo… sin pasión es una vida sin colores. Sucede… por la dedicación, por el esfuerzo ¡porque metimos las manos! Porque no ha sido así, sino así lo hemos querido, y de cuando lo recibimos a cuando lo dejamos hay una gran diferencia…

De semillas, una tierra, un jardín, un paraíso… “lo que se toma no tiene valor donde se encuentra. Adquiere valor más grande cuando se deja”. Tus pensamientos son semillas germinando…

“Que sea tu propia vida tu obra de arte”




“El amate y la roca”
Margarita

Cuando era pequeñito, ¡qué grande te vi!... 
Me protegiste del frío, de la lluvia, de los que me podían pisar, de los que no creían en mí. 
Sólo tu presencia sentía, pero de ti nada conocía. Sí, tú me hiciste creer, poco a poco te fui sintiendo y confiando me dejaste ser. Abarcarte es una vida, una historia. 
Poco a poco te fui conociendo y al abrazarte me fui engrandeciendo. 
Tú me diste la medida. Eres tan grande que te abracé y te abracé, y te sentí y te sentí, crecí y crecí… y me dejaste hacerlo, te dejaste querer… 
¡Mira lo que has hecho!... me has hecho grande… hoy te conozco… de ahí mi belleza, la reflejo en cada uno de tus rincones y lo permites, me dejaste penetrar, profundizar. 
Más y más te conozco y no termino, que el día que no tenga más misterios qué descubrir en ti, moriré… pero en ti, pleno.


(Conocer el ser no tiene límite, ése es el misterio del viaje)



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